¿Cómo es enseñar en un instituto como el Joaquín Rodrigo?
Ser profesor de la escuela pública en un barrio del sureste de Madrid, como Vicálvaro, no es tarea sencilla. Las aulas están masificadas y el número de alumnos con necesidades educativas especiales (ACNEE) y del programa de compensatoria es muy elevado. Lo que hace muy difícil atender esta diversidad. Por poner un ejemplo, este curso en un aula de 1º de ESO de 30 alumnos podemos llegar a tener tres alumnos ACNEE, seis de compensatoria y dos con trastorno de déficit de atención e hiperactividad.
Sin embargo, gracias al proyecto educativo de nuestro centro y el compromiso del claustro y del equipo directivo, intentamos que esta diversidad sea una oportunidad que enriquezca a todos. A los profesores que buscamos en la innovación educativa soluciones para llegar a todos y a los alumnos que crecen en un contexto en el que la diversidad es una oportunidad para aprender más y mejor. Aunque echamos en falta más recursos personales, especialmente los dirigidos a alumnos más vulnerables, y su estabilidad en nuestra plantilla. Llevamos años reivindicándolo.
Tiene alumnos que vienen de contextos muy duros, ¿qué significa la escuela para ellos?
Soy profesor de compensatoria. Mis alumnos presentan un desfase académico de más de dos años y la mayoría de ellos viven en Cañada Real. Para ellos la escuela es una experiencia que les permite tomar contacto con una realidad diferente a la que se enfrentan diariamente en Cañada. Esta realidad les abre los ojos a otras opciones de futuro. La escuela se convierte en su principal aliada para salir de la marginalidad.
¿Cómo ha afectado la pandemia a la educación en contextos como el suyo? Imagino que no todos los alumnos tendrían un ordenador para recibir educación a distancia…
El impacto de la pandemia en el alumnado vulnerable ha hecho estragos. En el curso anterior el absentismo escolar en este perfil de alumnado se incrementó a unos niveles que no habíamos conocido antes. Actualmente estamos trabajando con alumnos que llevan un año (de pandemia) y medio (de confinamiento) sin escolarizar. Volver a la normalidad para ellos no va a ser tan fácil como para los que tuvieron ordenador y una familia con recursos y nivel cultural que facilitaran su aprovechamiento académico en tiempos de la COVID.
Ya no es un problema de que no tengan ordenador, sino que no tienen electricidad. La Cañada Real lleva un año sin luz ¿Cómo llevan la situación los niños?
El problema del corte de suministro eléctrico en Cañada afecta a los sectores V y VI.
Los alumnos de nuestro centro educativo proceden de otros sectores. Sin embargo, vivir en Cañada, incluso con luz, supone una dificultad añadida. Los alumnos se levantan entre las 6:30 y las 7:00 de la mañana para coger la ruta. En ocasiones caminan entre 10 a 15 minutos desde su vivienda a la parada. Cuando llegan, esperan media hora en la puerta hasta que abren el centro educativo. Cuando regresan a sus casas, y tienen que hacer la tarea o estudiar, en la mayoría de los casos no disponen de condiciones adecuadas. Además, sus familias tienen dificultad para ayudarles, muchas de ellas no han tenido la suerte de estar escolarizadas. Como si esto no fuera poco, en el sector V y VI se corta el suministro eléctrico. Por esta razón, como profesores de la escuela pública, junto a otros centros educativos, presentamos un escrito solicitando a la Consejería de Educación que mediara en el conflicto.
¿Y qué respuesta han obtenido?
El consejero de educación, Enrique Osorio, respondió mediante una carta. En ella, hizo propuestas como que habilitáramos espacios, como la biblioteca, donde los alumnos cargaran sus móviles. Pero la consejería no medió en el conflicto. Actualmente, los sectores V y VI siguen sin suministro eléctrico.
Usted afronta problemas concretos y locales, pero su escuela no pierde de vista otros más globales. Su instituto forma parte de la red de Escuelas Sostenibles. ¿Qué significa esto?
En el Joaquín Rodrigo hay en marcha varios proyectos como el de alumnos ayudantes, metodologías activas, tutorización individualizada, grupos interactivos o escuelas sostenibles, entre otros. Todos ellos buscan que la comunidad educativa participe de forma activa en el proyecto educativo del centro.
En concreto, gracias a Escuelas Sostenibles, nuestro centro trabaja activamente por el cuidado del medio ambiente y la sostenibilidad. Lo hacemos en colaboración con otras entidades como MediaLab Prado o la Mesa de Medio Ambiente de Canillejas. Entre otras actividades, el curso pasado llevamos a cabo un estudio de biodiversidad del barrio, participamos en el proyecto Vigilantes del Aire, construimos sonómetros para instalar en las aulas con el fin de controlar la contaminación acústica y nos sumamos a la movilización La Revuelta Escolar.
¿Cuántos años lleva usted en la enseñanza pública? ¿Cómo ha evolucionado desde que empezó a trabajar en ella?
Llevo aproximadamente 14 años trabajando como profesor. Por desgracia, al poco de empezar, la política de recortes en servicios públicos afectó de forma especial a la educación pública madrileña. Disminución de profesores, aumento de ratios, incremento de horas lectivas, falta de previsión en la construcción de nuevos centros, desprestigio del profesorado…
En un principio, como marea verde, respondimos con protestas masivas. Después de sentirnos ninguneados, tocó lo más duro. Adaptarnos a las nuevas condiciones impuestas por nuestro gobierno regional y seguir trabajando para la educación pública ganara en calidad, sin olvidar la parte reivindicativa que, aunque de forma menos intensa de lo que debiera, aún sigue presente en nuestro colectivo.
Por lo tanto, el balance es agridulce. Por un lado, contento por poder aportar mi granito de arena como funcionario en una institución como la Educación Pública cuya vocación es la de ofrecer una educación de calidad a todos y a todas. Por otro, decepcionado por la falta de respaldo de la administración.
Dicen que el ascensor social está averiado. Usted, que hace de ascensorista con niños de todas las clases sociales en la primera planta, ¿qué opina?
Totalmente de acuerdo, el ascensor social está averiado. Para repararlo propondría dos líneas de actuación. La primera, siendo autocríticos, estaría en el profesorado. Tenemos que buscar nuevas fórmulas que ayuden al alumnado más vulnerable a conseguir los objetivos académicos de la educación secundaria obligatoria. Para ello, debemos cambiar la forma de enseñar en las aulas. Conseguir que, lo que sirve al que más dificultades tiene, ayude también al de mayores capacidades, de manera que ambos se vean beneficiados.
La segunda, exigir a la administración que ponga los medios necesarios para que se pueda llevar a cabo la primera: aumento del número de profesores en los centros educativos, disminución de la ratio, recuperación de las 18 horas lectivas, estabilidad de las plantillas, Ley Educativa consensuada de largo recorrido…